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Nobel 2025: cómo la innovación cambió el destino del crecimiento económico

El Nobel de Economía reconoció teorías que explican el paso del estancamiento al crecimiento

por YT
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Este año, el Premio Nobel de Economía fue otorgado a tres investigadores que, desde distintas disciplinas, han iluminado una misma pregunta fundamental: ¿cómo pasó la humanidad del estancamiento secular a un crecimiento económico sostenido? Las respuestas de Joel Mokyr, Philippe Aghion y Peter Howitt no sólo ofrecen una explicación histórica y teórica, sino que también ayudan a entender los desafíos que enfrentamos hoy para mantener ese crecimiento.

La Revolución Industrial, ocurrida entre finales del siglo XVIII y comienzos del XIX, es el punto de inflexión. Antes de ese momento, incluso las sociedades más innovadoras —como la Italia renacentista, la Holanda del Siglo de Oro o la Suecia del poderío imperial del siglo XVII— experimentaban repuntes de crecimiento que inevitablemente se desinflaban. Mokyr demostró que lo que diferenció a Inglaterra fue la capacidad de convertir una serie de innovaciones aisladas en una cadena continua de progreso tecnológico. Para él, el secreto residía en algo más profundo: una nueva relación entre ciencia y tecnología, y una cultura que empezó a aceptar —y promover— el cambio.

Por su parte, Aghion y Howitt llevaron esta idea al terreno de la teoría económica. En 1992 propusieron un modelo de “destrucción creativa” que hoy es considerado un clásico. Su tesis es tan intuitiva como perturbadora: para que el progreso ocurra, lo viejo debe dar paso a lo nuevo, y ese proceso —aunque doloroso para algunas empresas o sectores— es el motor del crecimiento sostenido. Las innovaciones no se suman pasivamente a lo existente: compiten, desplazan, destruyen y renuevan.

De la evidencia histórica a los modelos del presente

La investigación de Mokyr se apoya en fuentes históricas, pero también ha sido validada empíricamente mediante series recientes del PIB per cápita en Europa desde el siglo XIII. Estas muestran que el verdadero “despegue” ocurrió en Gran Bretaña entre 1760 y 1830, pero que ya desde fines del siglo XVII se observaban señales de un crecimiento más sostenido.

Aghion y Howitt, en cambio, construyen su marco a partir de datos microeconómicos y teorías sobre el comportamiento de las firmas, la competencia y las políticas de innovación. Su modelo permite explorar cómo variables como la protección de patentes, los subsidios a la I+D o la regulación del mercado afectan la dinámica de creación y destrucción en la economía.

Ambas aproximaciones coinciden en un punto central: el crecimiento moderno no es automático ni garantizado. Depende de instituciones que promuevan la innovación y de sociedades que toleren —y gestionen— los conflictos que ésta genera. Si se bloquea la competencia o se protege en exceso a los incumbentes, el progreso puede estancarse.

Un legado intelectual con implicancias presentes

El trabajo de estos tres economistas no es una elegía al pasado, sino una advertencia al presente. Como señala el informe del comité Nobel, vivimos un momento en el que tecnologías como la inteligencia artificial o la biotecnología podrían acelerar el progreso si logramos mantener abierto el circuito virtuoso entre ciencia, aplicación práctica y adopción social.

Pero el riesgo es real: sin apertura al cambio, sin apoyo a la investigación básica o con mercados dominados por actores que frenan la disrupción, podríamos repetir siglos de estancamiento que hoy nos parecen lejanos.

Al reconocer a Mokyr, Aghion y Howitt, la Academia Sueca no solo premia una explicación coherente y profunda del crecimiento económico moderno. También entrega una herramienta conceptual para pensar el futuro.

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Fuente: Excelsior

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