Inicio YucatánAdolescentes de Progreso abandonan la escuela para ganarse la vida en el mar

Adolescentes de Progreso abandonan la escuela para ganarse la vida en el mar

En el puerto de Progreso, cada vez más jóvenes de entre 12 y 17 años dejan las aulas para incorporarse a la pesca, una actividad que se ha convertido en su principal fuente de ingresos ante la falta de oportunidades y la precariedad económica que enfrentan sus familias.

por Luis Carmona
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Según datos de la Dirección de Pesca municipal, la participación de menores en labores pesqueras es una práctica recurrente en el puerto y sus comisarías. Este sector, junto con la albañilería, se ha convertido en uno de los caminos más comunes para quienes abandonan la escuela.

Las autoridades estiman que uno de cada cinco pescadores es menor de edad, proporción que aumentó tras la pandemia, cuando muchas familias quedaron sin sustento y los adolescentes tuvieron que salir a trabajar para apoyar en casa.

Del aula al mar

Los jóvenes suelen iniciar en la pesca ribereña, ayudando en tareas básicas como el manejo de redes o la limpieza del producto, y con el tiempo se integran a los viajes de altura, que pueden durar varios días en altamar.

Otros se ocupan en actividades relacionadas, como el traslado y fileteo del pescado, el trabajo en plantas congeladoras o el mantenimiento de embarcaciones. En estos rubros, las autoridades locales calculan que entre el 20 y el 25 por ciento de los trabajadores son menores de edad.

Sin embargo, su situación laboral es irregular. Los permisos marítimos, como las libretas de mar o los tarjetones de pesca, sólo pueden tramitarse para mayores de edad, por lo que los empleadores suelen cubrir su participación con autorizaciones firmadas por los padres o mediante acuerdos informales que los dejan sin protección legal.

Riesgos y vulnerabilidad

Esta informalidad los expone a riesgos constantes, desde accidentes en altamar hasta desapariciones, sin contar con seguro médico ni respaldo jurídico.
El propio sector pesquero ha señalado la falta de vigilancia por parte de las autoridades marítimas, lo que facilita que menores sigan embarcándose sin control ni supervisión.

Además del peligro físico, la deserción escolar temprana genera un impacto social profundo. De acuerdo con organizaciones locales, muchos de estos adolescentes terminan enfrentando problemas de adicciones, principalmente al alcohol y el tabaco, y en algunos casos, al consumo de drogas.

Un desafío para la comunidad

En Progreso, el mar es sustento y esperanza, pero también escenario de desigualdad.
Mientras los barcos regresan al muelle con sus redes llenas, en las aulas quedan pupitres vacíos: los de cientos de jóvenes que cambiaron los libros por las olas, y que hoy enfrentan el reto de sobrevivir en un oficio que, aunque forma parte de la identidad del puerto, también refleja las brechas económicas y sociales que persisten en Yucatán.

Redacción: Yucatánalamano.

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