domingo, noviembre 10

¿’Aguas’ con Bolsonaro? Presidente de Brasil ‘desafía’ a las encuestas

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Encuestas predecían que Lula podría llevar las elecciones en la primera vuelta, pero la realidad mostró resultados más cerrados.

Las elecciones en Brasil ofrecieron al mundo un nuevo ejemplo de sondeos poco acertados, después de que el actual presidente, Jair Bolsonaro, superó con creces las expectativas para demostrar que la corriente de ultraderecha que le llevó al gobierno sigue teniendo fuerza.

Las encuestas de mayor confianza habían situado al expresidente izquierdista Luiz Inácio Lula da Silva muy por delante, con la posibilidad incluso de una victoria en primera ronda, e incluso un prestigioso sondeo preelectoral le daba a Lula una ventaja de 14 puntos porcentuales. Al final, Bolsonaro dio la sorpresa y se quedó apenas a cinco puntos. Ambos se enfrentarán en una crucial segunda vuelta el 30 de octubre.

Lula obtuvo el domingo 48,4 por ciento de los votos válidos, que excluye los sufragios en blanco o nulos, mientras que Bolsonaro logró el 43.2 por ciento, según la autoridad electoral brasileña. Los otro nueve candidatos de primera ronda consiguieron apenas una pequeña parte del apoyo de los favoritos.

“Esto es una gran derrota para el centro democrático que vio a sus votantes migrar a Bolsonaro en un escenario polarizado”, opinó Arilton Freres, director del Instituto Opinião, con sede en Curitiba. “Lula empieza por delante, pero no le será fácil”.

La votación se celebró prácticamente sin rastro de la violencia política que muchos temían. Alexandre de Moraes, el juez de la Corte Suprema que también dirige la autoridad electoral, felicitó a Brasil por las elecciones “seguras, tranquilas, armoniosas y pacíficas” que demostraban su madurez democrática.

Sin embargo, las tensiones y las apuestas seguían siendo altas. Los comicios determinarán si el país devuelve a un izquierdista al timón de la cuarta democracia más grande del mundo o si mantiene a Bolsonaro para otro mandato.

El polémico mandato de Bolsonaro en Brasil

Los últimos cuatro años se han distinguido por su retórica provocadora, su presión sobre instituciones democráticas, su criticada gestión de la pandemia de COVID-19 y la deforestación más grande en la selva amazónica en 15 años.

Pero ha formado una base de partidarios con su defensa de los valores familiares tradicionales; su rechazo a la corrección política y presentándose como un ‘protector’ de la nación ante políticas de izquierda que, según dice, erosionan la libertad personal y provocan inestabilidad económica.

“Comprendo que hay un deseo de cambio de la población, pero algunos cambios pueden ser para mal”, declaró Bolsonaro a la prensa cuando se publicaron los resultados de la primera vuelta.

Bolsonaro, que ha reiterado sin pruebas que las máquinas de voto electrónico brasileñas son vulnerables al fraude, no impugnó el resultado.

A Lula se le reconoce la creación de un amplio programa de prestaciones sociales durante su mandato entre 2003 y 2010 que ayudó a elevar a decenas de millones de personas a la clase media, y su gobierno coincidió con un aumento de las exportaciones durante el boom global de las materias primas.

Pero también se le recuerda por la implicación de su gobierno en escándalos de corrupción y por sus propias condenas, anuladas más tarde por la Corte Suprema con el argumento de que el juez no había sido imparcial. Eso le permitió salir de prisión y allanó el camino para una nueva campaña a la presidencia.

Justo antes de las elecciones, Lula pidió apoyos y dijo que un pequeño número de votos podría suponer la diferencia entre una victoria directa y una segunda vuelta.

Las encuestadoras ‘quedan a deber’

Bolsonaro tuvo un resultado especialmente bueno en el sureste de Brasil, que incluye a los populosos estados de Sao Paulo, Río de Janeiro y Minas Gerais, según Rafael Cortez, experto en riesgo político en la firma Tendencias Consultoria.

“Las encuestas no captaron ese crecimiento”, señaló. “Deja un sabor amargo para la izquierda, si consideramos lo que mostraban las encuestas”.

Bolsonaro y sus aliados han cuestionado a menudo la fiabilidad de encuestadoras como Datafolha y señalado a sus mítines callejeros con gran asistencia. Partidarios como el ingeniero retirado Ramon Almeida se mostraron de acuerdo.

“No me creo estas encuestas del grupo Datafolha. Me creo la encuesta de la ‘Datagente’, a la que veo donde sea que vaya Bolsonaro”, dijo Almeida, de 72 años, tras votar en una escuela del acomodado barrio de Pinheiros en Sao Paulo.

Los analistas señalaron que los candidatos minoritarios tuvieron peores resultados de lo esperado y sus votantes parecieron abandonarles la víspera de los comicios para apoyar a Bolsonaro.

“Lo más probable es que la gente cambiara su preferencia de forma estratégica antes de la votación, y que eso favoreciera mucho a Bolsonaro”, advirtió Nara Pavão, profesora de ciencias políticas en la Universidad Federal de Pernambuco. “Gente que en principio iba a votar a Simone Tebet o Ciro Gomes (los tercer y cuarto más votados) decidió en el último momento votar a Bolsonaro”.

La diferencia entre Bolsonaro y Lula en primera ronda equivalía a 6.1 millones de votos. Entre los dos, Tebet y Gomes recibieron 8.5 millones de votos, y más de 30 millones de personas se abstuvieron.

La derecha de Bolsonaro se lleva el Senado

Los buenos resultados de la derecha se extendieron a las votaciones a gobernadores y congresistas, especialmente para candidatos con apoyo de Bolsonaro. De forma inesperada, su exministro de Infraestructuras quedó primero en las votaciones a gobernador de Sao Paulo. El gobernador de Río de Janeiro, aliado del mandatario, arrasó a su rival y ganó en primera vuelta.

Sergio Moro, el exjuez que encarceló temporalmente a Lula y que fue ministro de Justicia con Bolsonaro, desafió a los sondeos y obtuvo un escaño en el Senado.

El Partido Liberal de Bolsonaro superará al Partido de los Trabajadores de Lula para convertirse en el más grande del Senado. En la cámara baja, el grupo de Bolsonaro y la coalición que lidera el Partido de los Trabajadores serán las dos fuerzas más grandes.

Fuente: El Financiero

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