Lograr captar más dinero para solventar los gastos que genera el síndrome Bartter que padece su hija Jade, es el principal motivo que movió al artesano Luis May a descubrir el origen del azul maya; ese color índigo que perdura a través de los siglos en los principales vestigios arqueológicos; sin embargo, de esta lucha el artífice no ha recibido ningún apoyo económico, ni del Gobierno del Estado de Yucatán ni del Federal.
Después de su intervención en el “Congreso Nacional Iberoamericano de Guías de Turistas”, que le valió una ovación de pie al también profesor de primaria, diario Por Esto!, dialogó, no sólo con el artista, sino con uno de los hombres que aporta entender el mundo precolombino.
En el simposio compartió el proceso para recrear el azul maya, gracias al legado de la tradición oral y principalmente a la memoria de los mayas actuales y fuentes bibliográficas. El nombre de Luis May retumbó a nivel mundial en el 2019, cuando dio a conocer que logró recrear el color azul que los mayas utilizaban para hacer sus murales y pintar sus cerámicas y dioses de barro utilizando la planta cho’k, pero tuvo que trabajar mucho para reforzar el pigmento, tal como lo hicieron sus ancestros mayas.
Nacido en Dzan, Yucatán, May describe la larga experiencia de descubrir la planta cho’k para sacar de esta el pigmento, como una cuestión del destino y el mayor reto que tiene que enfrentar por el problema de salud de su hija Jade, convirtiéndolo de escultor que tallaba madera, a un ceramista. “Como escultor ceramista, siempre quise impregnar mis obras con los colores de mis antepasados; eso da pauta para estudiar, tomar cursos, leer y hacer investigaciones sobre este tipo de pigmentos, y es como llego al azul maya”, describió.
El maestro comentó que es muy laborioso obtener el colorante de la planta, ya que tiene que sembrar el ejemplar, que le toma de tres a cuatro meses en crecer, dependiendo de las lluvias. Posteriormente, tiene que hacer cortes para extraer la tinta; luego pasa a la etapa de laboratorio en el que fusiona la arcilla para después deshidratarlo, molerlo y ponerlo en los frascos.
El artesano tuvo una excelente acogida por parte de los guías de turistas que llegaron de diversas partes del país y Latinoamérica, debido a que muchos les compraron el pigmento y las semillas del árbol cho’k.
El profesor destacó que no obtiene ningún apoyo para seguir conservando y generando esta pintura natural. Sólo el investigador Palomino, de la Universidad de Puebla y un equipo profesional de italianos, fueron los que lo ayudaron a certificar que dio con el origen del color índigo.
Es por eso ahora está enfocado en cuidar este descubrimiento y es cauteloso en protegerlo, ya que lo tiene registrado ante el INPI. Dijo que son los propios extranjeros, los primeros en respaldar esta labor de rescate histórico, porque el Museo Británico le entregó un apoyo económico y los especialistas que estudian las pinturas ancestrales alrededor del mundo hicieron los estudios, sin cobrarle un peso.
“Lo pude ver en el Museo Británico. Me metieron en su laboratorio. Se sintió ‘sabroso’ cuando me dijeron: ‘es azul maya’. Es el maya prehispánico. Mil 400 años. Al menos, en los murales de Bonampak, se ve el color y va a seguir viviendo; es eterno”, expresó.
Cabe mencionar que Luis May ha obtenido nominaciones para obtener el galardón “Palmas de Oro”, como Mejor Escultor y Ceramista Maya Mexicano 2021, otorgado por el Círculo Nacional de Periodistas A.C. (Cinpe) y el Comité Evaluador de Premios Internacionales (Coeprin).
El maestro, quien en su búsqueda por cubrir los gastos de la enfermedad de su hija, que la hace perder grandes cantidades de potasio y afecta su presión arterial, por fortuna o accidente, lo lleva a descubrir la planta cho’k, en su lugar de trabajo, en Cobá, y el mineral lo halló en su pueblo, Dzan, dando por resultado el azul maya, un tono muy parecido al nombre de su hija Jade.
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Fuente: PorEsto!/Yolanda Aldana