Cementerio con hechos extraños
Con sombreros para protegerse del sol mientras laboran, Cristina Salas, de 53 años de edad, y Erubiel Candelaria, de 63, hablan de los hechos extraños que han visto o escuchado en dos años que llevan limpiando juntos los pasillos de cuatro cementerios municipales.
Pues cada uno (de los camposantos) es diferente, indica doña Cristina: en Chelem y Chuburná, la verdad todo está muy tranquilo, la gente siempre nos respeta y trabajamos muy a gusto ahí.
La cosa cambia en Progreso y en Chicxulub; en el primero sí hemos encontrado trabajos de “magia”, parecen ser cosas graves, muchas veces encontramos frutas o dinero, cuando es dinero a veces lo agarramos y vamos a comprar nuestro “chesco”, narran ambos entre risas.
“Donde sí se pone ya más fuerte es en Chicxulub: es muy frecuente encontrar ‘amarres’, fotografías e incluso animales sacrificados”, destaca la mujer.
En estos casos nos mentalizamos con que no es para nosotros y no nos afectará; pero a veces, aunque no lo toquemos directamente, sí sentimos cierta pesadez, pero es algo pasajero, dicen.
En otra anécdota, relatan que precisamente en el cementerio de Chicxulub, en un descanso, bebían un refresco sentados a la sombra de un mausoleo cuando de pronto cerca de ellos comenzaron a escuchar el llanto de un bebé y se sobresaltaron.
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El llanto cesó tan pronto como empezó. Ellos no hallaron su origen ni una explicación lógica del hecho, entonces se tranquilizaron y reanudaron sus labores.
Ambos concedieron una entrevista tras saludar con un unísono “¡buenos días!” al reportero del Diario en el cementerio municipal de la ciudad de Progreso.
“Le vi asomarse por la parte de adelante (pasillo central), luego lo perdí de vista y de pronto se asomó aquí atrás. Me asustó”, dice entre risas doña Cristina.
Sobre su trabajo, informan que los rotan desde Chuburná, Chelem, Progreso y hasta Chicxulub Puerto.
“Es un trabajo bastante tranquilo”, afirman. Nadie nos molesta, nadie se mete con nosotros, y el jefe (el director de Cementerios, Armando Reyes Maldonado) confía en nosotros, no hay regaños ni presiones.
Al contrario, ahora que vienen las épocas fuertes de visitas (por los días de finados) agradecemos la mano extra que envían para acelerar el trabajo (de limpieza), dicen ambos entrevistados.
Además de limpiar, indican, tienen que estar muy atentos, pues sí han visto a personas que entran y salen a hurtadillas y no saben con qué intención, así que siempre vigilan sus pertenencias y herramientas de trabajo.
Caerse en una tumba
Otro riesgo siempre latente es el de caer adentro de una bóveda en mal estado. A don Erubiel ya le pasó dos veces: al acercarse de más a las tumbas para limpiar apoyó un pie sobre la tapa, pero al estar dañada cedió y él se cayó adentro y eso lo envió hasta al hospital.
Al abundar sobre cómo es limpiar cementerios, narran que en dos años que llevan en este empleo han entrado a trabajar otras personas, pero pocas aguantan.
Muchos, más jóvenes que ellos, renuncian por miedo o porque no les agrada estar dentro de los cementerios, pero ellos aseguran que no hay nada qué temer.
En general, los dos se sienten a gusto con su trabajo, “es bastante apacible”, pero uno que no todos se atreverían a hacer.— Abraham Raz Herrera
Nota original aquí
Fuente: Diario de Yucatán