Interpol presiona a la FGR. Los cárteles están detrás del auge de clubes y centros de explotación sexual en la península de Yucatán. “Una viene a trabajar y a putear, por necesidad”.
Un ejército de amazonas baila al ritmo de Karol G y, con la mirada fina, va en busca de turistas que salen de las discotecas en la Quinta Avenida, en el corazón turístico de Playa del Carmen. Cuatro mil pesos la hora cuestan las “caricias ilimitadas”, dicen. De ese dinero hay que descontar un impuesto al cártel que manda aquí –500 pesos por servicio– y ellos se encargan de cubrir el soborno a las autoridades. El negocio está bien aceitado y engranado.
La península de Yucatán se ha convertido en epicentro nacional de la explotación sexual, lo señala la Interpol, organismo que ha presionado a la Fiscalía General de la República (FGR) para llevar a cabo operativos de “rescate”. Playa del Carmen, Cancún, Tulum, Cholul, Mérida o Chetumal se han convertido en territorios donde la trata de mujeres se ejercer sin pudor.
Cientos de colombianas, venezolanas y cubanas –mexicanas incluso– ejercen la prostitución, con mucha mayor visibilidad en los últimos tres años en las calles, los hoteles de paso y en el ciberespacio, auxiliadas y explotadas por integrantes del crimen organizado. A los ojos de las autoridades policiacas y migratorias.
Es el primer viernes de octubre. Hay 13 mujeres de vestidos ceñidos y minifaldas voladas que dejan poco a la imaginación de sus clientes. Varias de ellas huelen a perfume de fraiche y usan labiales de colores estridentes. Las mujeres pisan las losetas de la Quinta Avenida. “¿Qué hubiera sido?, si antes te hubiera conocido”, se escucha a lo lejos, la música proviene del Mamba Jerk y a ratos del Abolengo.
Todas ellas, ataviadas en vestimentas de colores blanco y negro, ¿casualidad o casualidad?, se colocan en los cuatro puntos cardinales que la intersección permite. En el interior de los antros, los juniors y turistas nacionales, así como extranjeros, que no han tenido suerte en el ligue, salen decididos a ir por lo seguro: “Vamos por las cariñosas”.
Están vigiladas por dos proxenetas de unos 30 años. El Cártel Jalisco Nueva Generación manda en esta región, de acuerdo con informes ministeriales y castrenses. De forma alterna, elementos de una patrulla 4×4 de la Policía Municipal dan sus rondines constantes. La madrugada avanza, apenas dos prostitutas colombianas han conseguido clientes. Uno de los proxenetas de plano se saluda a la distancia con los policías. “Todo en 17”, dicen, sin novedad en el frente en el argot policiaco.
En una heladería italiana en Playa del Carmen, frente a un restaurante ‘Porfirio´s’ y muy cerca del ‘Sonora Grill’ –otro de los amos de la gentrificación– disfruto un helado de frutos tropicales de ocho dólares. Karina, de minifalda negra, originaria de Venezuela, se me acerca y me invita a “terminar el helado” en su hotel. Sonrío, pero declino. Me devuelve la sonrisa y agrega: “No te preocupes si no traes efectivo, acepto transferencia o un amigo [sic] tiene terminal”.
La prostitución ha evolucionado y ahora acepta crédito. El siguiente paso, supongo, serán los meses sin intereses, como en venta nocturna de almacén. Así como Karina, otras colombianas y unas mexicanas están al acecho de clientes en este sábado lluvioso de octubre. El verano se ha ido y, consigo, la temporada alta. Así que la búsqueda de clientes se torna, por decir lo menos, encarnizada.
Fuentes: Milenio.