El Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) consideró que la eventual entrada en operación de la refinería Olmeca de Dos Bocas, Tabasco, “será un paso en la dirección contraria de lo que necesita Pemex, el país y el mundo”.
La refinación de hidrocarburos “ya no es negocio” en México ni el mundo, así que la entrada en operación de la refinería Olmeca de Dos Bocas, Tabasco, llevará a agravar aún más la situación financiera de Petróleos Mexicanos (Pemex); sobre todo, cuando la subsidiaria de la empresa estatal Pemex Transformación Industrial (PTRI) arrastra pérdidas por más de una década, afirmó el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO).
A unos días de que se inaugure la refinería de Dos Bocas en Tabasco, el organismo privado reprobó que se carezca de información sobre su capacidad de producción inicial de combustible, mientras que todo el proceso de construcción se ha caracterizado por “opacidad y sobrecostos, lo que representa un paso hacia atrás en la transición energética del país”, que no abona a la competitividad de México.
En su análisis Refinería de Dos Bocas: ¿Hacia un sector energético más competitivo?, el IMCO recordó que el proyecto insignia de la actual administración no iniciará operaciones regulares hasta el 2023, aunque de acuerdo con el Plan de Negocios 2021-2025 de Petróleos Mexicanos (Pemex), la refinería tiene planeado procesar 340,000 barriles diarios de petróleo crudo. No obstante, a unos días de su inauguración, “no existe información pública sobre su capacidad de producción en la etapa inicial”.
“La refinación no es negocio en México: Pemex Transformación Industrial (PTRI), subsidiaria encargada del negocio de refinación y petroquímica, ha reportado pérdidas acumuladas por 1.28 billones de pesos entre 2011 y 2021 (un promedio de 116.7 mil millones de pesos al año)”, citó el organismo que encabeza Valeria Moy.
El Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) consideró que la eventual entrada en operación de la refinería Olmeca “será un paso en la dirección contraria de lo que necesita Pemex, el país y el mundo”. En tanto que la refinería se ha desarrollado con una “planeación inadecuada, uso ineficiente de recursos públicos, y en un contexto de opacidad que ponen en duda su viabilidad”.
En el futuro previsible -se reconoce- habrá demanda de productos derivados de los hidrocarburos, pero las necesidades evolucionan y los usos serán distintos. Y es que de acuerdo con la consultoría internacional IHS Markit, en el año 2050 la demanda mundial de productos refinados no rebasará los 75 millones de barriles diarios (MMdb). A la fecha, la capacidad instalada global asciende a 105.6 MMbd.
“Las empresas refinadoras enfrentan el desafío de adaptarse a este nuevo entorno. IHS Markit estima que los refinadores globales invertirán 150,000 millones de dólares en medidas de descarbonización durante las próximas tres décadas”, expresó.
En un entorno donde la movilidad eléctrica adquirirá un mayor peso, las refinerías deben apostar por los mercados de la petroquímica, los plásticos, los fármacos, el bitumen para asfalto, entre otros. El éxito de los refinadores en los años por venir dependerá de su estrategia de mercado, de su disciplina financiera, del manejo de la cadena de suministro, de la transformación digital y la gestión de talento, recomendó el sector privado.
Pese al inminente fracaso, el gobierno de Andrés Manuel López ha asignado una cantidad considerable de recursos a la construcción de la refinería “Olmeca”, tan sólo las aportaciones entre 2019 y 2022 equivalen a los recursos ejercidos por la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana, con lo cual pudo haber duplicado el gasto en seguridad pública en dicho lapso, considerado como una de las grandes exigencias de la población.
El monto de inversión previsto originalmente para la construcción de la refinería fue de alrededor de 160,000 millones de pesos –8,000 millones de dólares–; sin embargo, el presidente López Obrador ha reconocido un sobrecosto de entre 3,000 y 4,000 millones de dólares: entre 38% y 50% más que lo estipulado en el presupuesto original.
Fuente: El Economista