Inicio DestacadoFicción que incomoda: las series que exponen la desigualdad y el poder en la sociedad moderna

Ficción que incomoda: las series que exponen la desigualdad y el poder en la sociedad moderna

En los últimos años, las producciones televisivas han dejado de ser simples fuentes de entretenimiento para convertirse en espejos que reflejan los excesos, contradicciones y crisis de la sociedad actual.

por Luis Carmona
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Por Luis Carmona.

Series como Squid Game y The Boys se han convertido en fenómenos globales no solo por su narrativa o impacto visual, sino por la fuerza de su crítica social: ambas muestran, desde distintos géneros, la cara más cruda del poder, la manipulación y la desigualdad.

“Squid Game”: el precio del dinero y la miseria humana

Cuando Squid Game (Netflix, 2021) se estrenó, pocos imaginaron que una historia sobre personas jugando juegos infantiles mortales se convertiría en un fenómeno cultural mundial. La serie surcoreana de Hwang Dong-hyuk muestra a cientos de participantes endeudados compitiendo por un premio millonario, sin importar que perder signifique morir.

Más allá del morbo, Squid Game funciona como una alegoría sobre la desigualdad económica y la desesperación de la clase baja en un sistema que los obliga a arriesgarlo todo. Los ricos, mientras tanto, observan desde las sombras, apostando por las vidas de los pobres como si fueran simples fichas de un juego.

La producción deja un mensaje contundente: en una sociedad dominada por la deuda, el espectáculo y el consumo, el sufrimiento de los menos favorecidos se convierte en entretenimiento. Squid Game no solo critica al capitalismo, sino también al público que, en cierto modo, forma parte del mismo ciclo de consumo del dolor ajeno.

“The Boys”: cuando los héroes son el reflejo del poder real

En apariencia, The Boys (Amazon Prime Video, 2019–presente) es una serie de acción sobre superhéroes con una inclinación por la violencia y la sátira. Pero bajo esa superficie de caos, su creador Eric Kripke ha construido una aguda crítica al poder político, mediático y empresarial de Estados Unidos.

En el universo de la serie, los superhéroes —controlados por la corporación Vought International— no son protectores de la humanidad, sino celebridades manipuladas por intereses económicos y políticos. Su imagen se construye a base de marketing, redes sociales y campañas de relaciones públicas.

Personajes como Homelander, símbolo del “héroe estadounidense perfecto”, representan el lado más oscuro del nacionalismo y del culto a la figura mesiánica. En él se proyectan muchos de los excesos del discurso político moderno, donde la propaganda, el populismo y la manipulación de masas reemplazan la verdad.

De hecho, The Boys ha demostrado en varias ocasiones una inquietante sincronía con la realidad. Un ejemplo reciente es el episodio en el que se presentan las “Fases 7 a 19” del universo cinematográfico de Vought —una clara parodia de la estructura de franquicias como Marvel—, ironizando sobre la saturación comercial del entretenimiento. Poco después, en plena temporada de estrenos, se emitió un capítulo en el que ocurre un atentado al presidente dentro de la serie, coincidiendo con la misma semana en que, en la vida real, Donald Trump sufrió un intento de atentado durante su campaña presidencial. Esa coincidencia generó debate por el paralelismo entre ficción y realidad, sobre todo porque el episodio mostraba también la muerte de una figura política en ascenso dentro del universo de The Boys. Además, el funeral del activista Charlie Kirk en el mundo real fue comparado en redes con una escena salida directamente de la serie, dada la puesta en escena y el fervor de sus asistentes. No es la primera vez que ambos mundos se confunden: los seguidores de Homelander dentro de la ficción, que representan a una masa extremista y ultranacionalista, evocan directamente a los movimientos de extrema derecha estadounidenses que, pese a los excesos o crímenes de sus líderes, continúan celebrándolos y justificándolos sin cuestionamientos.

Así, The Boys no solo parodia el género de superhéroes, sino que también lo desmantela, exponiendo cómo los medios y las corporaciones moldean la percepción colectiva del bien y del mal.

La nueva era de la crítica social en pantalla

Tanto Squid Game como The Boys son parte de una tendencia más amplia: la de las series que buscan confrontar al espectador con su propia realidad. Ya no se trata solo de entretener, sino de provocar incomodidad, reflexión y, en ocasiones, culpa.

Producciones como Black Mirror, Mr. Robot o incluso Succession exploran los efectos del poder económico, tecnológico y político en la vida humana. Cada una, a su modo, retrata cómo el individuo queda atrapado entre el deseo de éxito y un sistema que lo utiliza como pieza reemplazable.

Estas historias no solo exponen el fracaso del ideal de justicia o equidad, sino que invitan a preguntarse qué tan lejos ha llegado la sociedad en su obsesión por el poder, el dinero y la validación pública.

Entre la ficción y la realidad

El impacto de estas series radica en que, a pesar de su tono extremo o fantástico, resultan inquietantemente verosímiles. Los juegos mortales de Squid Game o los dioses mediáticos de The Boys son versiones amplificadas de dinámicas que ya existen: competencia sin límites, idolatría a figuras públicas, manipulación corporativa y la erosión de la empatía.

En un mundo donde las redes sociales convierten cualquier tragedia en espectáculo y donde las corporaciones moldean la opinión pública, estas ficciones no parecen tan lejanas. Son espejos deformados, sí, pero espejos al fin.

El auge de las series con crítica social demuestra que la audiencia busca más que distracción: busca entender el caos del mundo en que vive. A través del horror económico de Squid Game o la sátira sangrienta de The Boys, la televisión contemporánea se convierte en un espacio de reflexión, donde la ficción revela las verdades que muchos prefieren ignorar.

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