sábado, noviembre 9

“Goteras” atacan más a mujeres y operan más en fiestas privadas que antros

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A pesar de que los casos más mediáticos han afectado a hombres, tres de cada cuatro denuncias son presentadas por mujeres, revela Consejo Ciudadano de la Ciudad de México.

Las conocieron en un antro, ya tarde, y les llamaron la atención por su sonrisa fácil, lo accesibles que eran a la plática, posiblemente al ligue. Los tres hombres, en plena juerga, intercambiaron miradas cómplices cuando ellas, con mucha iniciativa, propusieron “seguirla en otro lado”. Era su noche de suerte, pudieron suponer, y al final uno de ellos se animó a decir: vámonos a la casa. Tomaron camino hacia la bravía colonia Guerrero, a un paso del centro de la capital.

Eran tres varones y tres muchachas, ¿qué podía salir mal?

 

Al llegar al domicilio, empezó la música, se sirvieron más tragos. Sólo que la diversión terminó pronto, pues los varones cayeron apenas transcurridos unos minutos: un sueño inatacable los convirtió en bultos inconscientes. Así, Yesica, Johana y Karla, en una coreografía bien ensayada, empezaron el saqueo de los objetos de valor que había en el lugar. No contaban, sin embargo, con que un vecino de la calle Matamoros notó algo raro, avisó a unos policías de investigación que hacían un rondín y eureka: encontraron en flagrancia a una nueva versión de delincuentes a las que se les conoce como goteras, por el uso de sustancias que vierten en bebidas de incautos que andan de fiesta o de ligue.

 

Eso sucedió a principios de julio de 2022, aunque el fenómeno de drogar a hombres y mujeres con bebidas, dulces o fragancias adulteradas, tiene reediciones constantes al menos desde principios de siglo XXI, cuando se registraron decenas de denuncias, particularmente en lugares como la Zona Rosa, en la Ciudad de México.

 

Hechos semejantes volvieron a explotar en 2017 y sobre todo en 2019, cuando varios casos de hombres inconscientes o muertos en hoteles o en sus domicilios de las alcaldías Benito Juárez y Cuauhtémoc mostraron un patrón criminal similar.

 

El asesinato de Íñigo Arenas, ocurrido a principios de agosto de 2023, colocó de nueva cuenta el tema de las goteras en la atención pública. El empresario perdió la vida por una presunta intoxicación con escopolamina en el antro Black Royce, de Naucalpan, Estado de México, luego de salir a las 2:30 am del bar República ubicado en el barrio capitalino de Polanco.

 

A pesar de que los casos más visibles han sucedido en antros, el Consejo Ciudadano para la Seguridad y Justicia de la Ciudad de México informó a MILENIO que en los últimos cuatro años y medio el 31 por ciento de las víctimas de este delito denunciaron haber sido intoxicadas en fiestas privadas, frente al 28 por ciento que reportaron haber quedado inconscientes en bares y 7 por ciento en hoteles.

 

Otro de los datos que llaman la atención es que el 66 por ciento de las denuncias las presentaron mujeres, ante el 34 por ciento de los reportes realizados por hombres.

 

Gente buena onda

 

A Laura no le gusta remitirse a ese recuerdo. Le produce náuseas. Aun así acepta narrar cómo en una fiesta a la que acudió en Puerto Escondido, Oaxaca, y a la que supuestamente la anfitriona recibiría a un grupo de “gente puro buen pedo, relajada”, luego de beber dos o tres cocteles que le preparó un fulano que hacía de barman, de repente se le nubló la vista y alcanzó a percibir cómo alguien, solícito, la llevaba en andas a una habitación de la casa, cerca de la playa.

 

Unas horas después, calcula Laura, recobró la conciencia pero notó con dolor dos problemas: tenía un fuerte golpe en la parte superior del brazo izquierdo, en el húmero, y señales de que había sido abusada sexualmente. Hizo un escándalo, levantó una denuncia pero las investigaciones entre los asistentes a esa fiesta no prosperaron. La dueña de la casa, su amiga entonces, la desacreditó. Laura quedó marcada por muchos años y hoy sólo se permite convivir con personas de su entera confianza, en entornos seguros.

 

Algo semejante pero en San Cristóbal de las Casas, Chiapas, le ocurrió a Ximena, joven que hoy roza los 30 años. En compañía de cuatro colegas con los que hacía prácticas de campo, aceptaron la invitación a una reunión con gente local y también extranjeros.

 

“Pero luego de dos shots de mezcal, me sentí mal, se lo dije a uno de mis compañeros, quien también confesó que se le había subido de manera extraña. Acordamos irnos en ese momento”, recuerda la joven, quien al salir sintió un váguido, trastabilló y golpeó su cabeza contra las húmedas baldosas típicas de esa ciudad chiapaneca.

 

“Quizá nos salvamos de algo peor”, dice con aprehensión Ximena, quien está convencida de que a sus bebidas “les habían puesto gotas de algo raro”.

 

7 de cada 10 estaban acompañados

 

Salvador Guerrero Chiprés, presidente del Consejo Ciudadano, destaca un dato central que podría hacer replantear a la población algunos aspectos de sus prácticas y relacionamiento social. La sorpresa es que no es necesariamente en los lugares públicos –esos que despiertan obvias sospechas– donde suele cometerse el delito de inhabilitar a personas por medio de sustancias, sino que también y de manera notoria se da en reuniones privadas, rodeados de algún conocido o familiar.

 

El funcionario también revela a MILENIO que no son sólo hombres solitarios en busca de acción o compañía los que son víctimas, sino que el problema es mucho más complejo: el 69 por ciento estaba acompañado, frente al 31 por ciento que se encontraba solo al momento del atraco.

 

Además, el 51 por ciento de las víctimas tenía entre 18 y 35 años, 38 por ciento entre 36 y 50 años, y 11 por ciento entre 51 y 60 años.

 

Algunas estadísticas están lejos de sumar 100 por ciento debido a que un buen porcentaje de los perjudicados que reportan prefiere no revelar las condiciones en las que fue víctima del delito. La vergüenza de no querer admitir cómo se pusieron en situación vulnerable podría ser una de las causas, pero el hecho a resaltar es que según los datos de los que sí se tiene certeza, el mayor número de actos delictivos de esta naturaleza ocurren dentro del domicilio de un conocido, de un familiar o incluso de la propia víctima, y no exclusivamente en bares, discos, restaurantes u otros lugares públicos.

 

Sin embargo, Guerrero no minimiza la problemática que sí interpela a los dueños de los establecimientos –el espacio mercantil–, a los taxistas, a las policías –espacio público– y a la propia ciudadanía. Y hace énfasis en algo urgente de atender para romper la cadena de criminalidad en este rubro: la seguridad nocturna depende de que se cumpla la ley especialmente en “establecimientos mercantiles como bares,particularmente en el Estado de México, que tiene un problema de deterioro de la seguridad y del cuidado y la gestión de las reglas”.

 

Advierte de ese deterioro se evidencia en los municipios mexiquenses colindantes con la Ciudad de México y con otros estados. En lo que respecta a la capital del país, donde con todo hay una mayor observancia y una policía más dedicada, señala que la mayor cantidad de reportes se da en las alcaldías Cuauhtémoc, Iztapalapa, Benito Juárez, Coyoacán, Iztacalco, Miguel Hidalgo y Tláhuac, en ese orden.

 

Para conocer el grado de denuncias de este delito en particular en la entidad más poblada de la nación, MILENIO consultó a la Fiscalía General de Justicia del Estado de México, sin obtener respuesta alguna.

 

Para el doctor Guerrero es necesario resolver esta problemática bajo diversas dimensiones; por un lado, “se debe atender el tema de la responsabilidad y el cumplimiento de la norma por los empresarios de la noche”; segundo, la gestión del espacio público por parte de las autoridades; tercero: desarrollar en la comunidad “un sentimiento práctico o solidario respecto a las personas que no están en condiciones de continuar la noche”, es decir, el tema de cultura cívica y, el cuarto elemento, fundamental: el autocuidado.

 

“Eso es un tema de lo que consumes, cuánto consumes y en cuántos lugares lo consumes. La dimensión del autocuidado, si estuviéramos evaluando su peso estadístico, sería el 90 por ciento. Es así de importante para evitar cualquier riesgo y obstáculo en la noche, sobre todo después de las tres de la mañana, para que regreses a tu casa bien”, enfatiza el especialista, quien insiste en que la gente puede acudir para recibir asesoría y ayuda en el teléfono del Consejo Ciudadano en cualquier momento del año: 55-55-33-55-33.

 

La autoprotección es, en efecto, el pilar de un serie de sugerencias que se dieron a conocer el pasado martes 22 de agosto en forma de un “Decálogo de Autocuidado Nocturno” que la ciudadanía debe considerar cuando decida salir sobre todo a lugares públicos como bares, cantinas y antros, pero también fiestas y reuniones, realizado por los expertos del Consejo Ciudadano en conjunción con el Gobierno de la Ciudad de México.

 

Los 10 puntos enfatizan aspectos como la conveniencia de salir en grupo, con el celular bien cargado, dinero en efectivo y compras previas en horarios diurnos; no beber o consumir drogas y saber retirarse a tiempo; nunca descuidar la bebida ni aceptar tragos de desconocidos; reportar a los dueños del lugar o autoridades si alguien insiste en ofrecer de beber o acosa insistentemente para ir a otro lugar; si se liga o flirtea, no hay que dar datos personales como dirección, finanzas, detalles familiares.

El Decálogo también preconiza estar atento al momento de marcharse a salvo, puesto que la venta de alcohol debe terminar a las 2:30 a.m.; cuidar los pagos con tarjeta, no revelar el NIP y estar alerta ante las extorsiones; en cuanto al taxi, preferir los de sitio bien ubicados o los vinculados a las apps –Uber, Didi, Cabify–, checar las placas, compartir la ruta con alguien confiable y no aceptar ningún líquido; evitar salir del lugar con gente recién conocida y no seguir el after si no se está en sus cinco sentidos.

Y por último, si uno no se encuentra de buen ánimo y menos si se sufre de depresión, el alcohol, las drogas y el sexoservicio no son la mejor alternativa.

 

Problema añejo y mundial

 

Este delito no es privativo de nuestro país, al contrario, se dan casos en todo el planeta. Es tal su incidencia que alterar las bebidas con sustancias incluso tiene su propio término en inglés: drinkspiking, dado que el vocablo spiking remite al acto de inyectar una droga a alguien para dejarlo inconsciente. Los reportes de este delito se dan tanto en sitios públicos como en reuniones y fiestas privadas.

 

Las víctimas pueden ser hombres de diferentes edades a los que les suelen esquilmar pertenencias –relojes, tarjetas– y dinero en efectivo, así como mujeres jóvenes, que al ser drogadas se tornan susceptibles a robos o abusos sexuales.

 

Desde 2010 las Naciones Unidas advertía del boom de las llamadas “drogas de bares” o “de violación” a través de sustancias depresoras del sistema central que incluso pueden matar a personas, como el gamma-hidroxibutirato (GHB), que en diversas partes del mundo se le vinculó a cientos de fallecimientos pues cuando se consume junto con alcohol, sus efectos letales se potencian. Debido a ello la Organización Mundial de la Salud aboga porque aumenten los controles del comercio de esta sustancia.

 

El GHB es semejante al anestésico ketamina –K, Kitkat o vitamina K–, que se suele conseguir en clínicas veterinarias y tras su consumo produce alteraciones de la memoria, por lo que es usado para cometer abusos y violaciones; y a la fenciclidina, mejor conocida como PCP o “polvo de ángel”. Ambas sustancias, en uso recreativo, tienen efectos psicodélicos y disociativos, y se pueden hallar en forma de cigarrillos impregnados (wet stick), comprimidos, cristales, polvo para inhalar e incluso en inyecciones.

 

En México se detectó el uso que han hecho bandas de “goteras” con benzodiacepinas –una muy mentada es el clonazepam–, usadas clínicamente como relajantes o sedantes para tratar cuadros de ansiedad y algunos síndromes, pero al resultar depresoras del sistema nervioso central se utilizan con propósitos criminales, así como de escopolamina –que se obtiene de plantas para producir un alcaloide–, mejor conocida como burundanga, que se suministra a las víctimas a través de bebidas, dulces e incluso con sólo oler un supuesto perfume. Tiene la particularidad de no ser detectada en análisis toxicológicos estándar.

 

La regla de oro siempre, se esté donde se esté, es no aceptar bebidas, dulces o cigarrillos de desconocidos en evento social, bar o antro, no dejar botellas o vasos de bebida abandonados, y no aceptar demostraciones ni inhalar perfumes si se venden en la calle o en lugares de dudosa seguridad.

 

Nuestra seguridad e incluso la vida van en esas precauciones.

 

Fuente: Milenio

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