Yucatán y sus monumentos históricos afrontan una serie de retos complejos y multifactoriales para conservar este vasto patrimonio cultural, que abarca desde zonas arqueológicas mayas de renombre mundial hasta casonas coloniales, iglesias y espacios públicos históricos.
Parte del equipo de restauradores del INAH en Yucatán —integrado por Martha Soto, Karla Martínez, Alain Jiménez, Miren García Turriza, Carlos Valencia y César Téllez— compartieron cuáles son los principales retos a los que se enfrentan en la intervención de monumentos históricos.
Estos especialistas estuvieron a cargo del trabajo de restauración del obelisco a Felipe Carrillo Puerto y el monumento a Justo Sierra en el Paseo de Montejo, tras varios años de pintas y deterioro por condiciones climatológicas y de abandono.
Los expertos advierten que el patrimonio histórico de Yucatán enfrenta una creciente amenaza.
Las condiciones climáticas, el abandono, la expansión urbana, la fauna y, en muchos casos, la negligencia están poniendo en riesgo numerosos edificios y sitios de valor histórico en todo el estado.
En el caso del monumento a Carrillo Puerto, aunque el grafiti para la población en general parecía ser el mayor de sus problemas, lo cierto es que las afectaciones estructurales de la piedra eran mucho más graves.
Desde 2017 existía un dictamen técnico que alertaba sobre el deterioro progresivo del material, pero no se había tomado ninguna medida al respecto.
Cuando finalmente se accedió a un recurso de restauración, se decidió ir más allá de una simple limpieza superficial y realizar un proceso integral de conservación.
Durante el proceso hubo tareas minuciosas que incluyeron la redistribución de juntas, la recuperación de fragmentos desprendidos y la recolocación de piezas sueltas, especialmente en áreas como la cenefa, que ya había perdido buena parte de su estructura original.
En algunos casos se optó por sustituir bloques completos cuya integridad ya no podía garantizarse, asegurándose de que las nuevas piezas ofrecieran resistencia y compatibilidad con el conjunto.
Corrección de obras
Uno de los elementos que requirió atención especial fue el escudo y otras partes metálicas del monumento. Estos componentes presentaban múltiples capas de pintura dorada, residuos sintéticos y signos de intervención previa mal ejecutada.
Se aplicaron soluciones químicas específicas para remover estas capas sin dañar la superficie original y se procedió a un “repatinado controlado” que no solo restauró su apariencia, sino que también proporcionó una protección química estable.
Ese proceso intencional consiste en la creación de una capa superficial de productos de corrosión (o pátina) en una superficie metálica, mediante la aplicación de sustancias químicas o calor.
Esto permite cambiar el color original del metal de manera controlada.
El tratamiento de los metales incluyó la aplicación de inhibidores de corrosión para evitar futuras oxidaciones, especialmente considerando las condiciones tropicales y la mineralización de los suelos del entorno.
Además, se realizaron integraciones puntuales y se aplicaron capas de protección final que no solo funcionan como barrera física, sino que permiten una conservación prolongada del conjunto en condiciones ambientales adversas.
Todo este proceso fue supervisado por un equipo especializado en bienes patrimoniales, con experiencia en la conservación de estructuras mixtas, que comprendió la urgencia de actuar no solo por razones estéticas, sino para garantizar la preservación del monumento a largo plazo.
Los especialistas coinciden en que, para revertir esta situación, es necesario fortalecer la inversión pública en conservación y mantenimiento preventivo, además de impulsar una mayor conciencia social sobre el valor del patrimonio.
También es fundamental que los gobiernos municipales y estatales cuenten con reglamentos claros, personal capacitado y coordinación efectiva con instancias federales como el INAH para al conservación del patrimonio.
En riesgo de perder la identidad cultural
El riesgo, advierten restauradores del INAH, no es solo perder estructuras, sino también la historia y la identidad que representan para las comunidades. La conservación, más que una tarea técnica, es un compromiso cultural y social que, de no asumirse con seriedad, dejará huellas irreparables en el paisaje yucateco.
Yucatán tiene avances importantes, como la presencia activa del INAH, proyectos de restauración emblemáticos (como en Izamal, Valladolid o el Paseo de Montejo) y una riqueza patrimonial que aún conserva buena parte de su integridad. Sin embargo, persiste una brecha entre el discurso y la acción.
La conservación del patrimonio sigue siendo vulnerable a intereses económicos, limitaciones presupuestales y una visión aún limitada sobre la gestión integral del territorio.
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Fuente: Diario de Yucatán