Incendios por pirotecnia evidencian la irresponsabilidad de su uso en fiestas patronales en Yucatán
El uso de pirotecnia, tanto en fiestas civiles como patronales en Yucatán, ha provocado incendios en diferentes espacios
Los diferentes incendios públicos y notorios que han tenido lugar estas últimas dos semanas por causa de la pirotecnia, reflejan la presencia fuerte e irresponsable de este objeto propio del ambiente fiestero y de celebración, tanto en lo civil como lo religioso en las comunidades yucatecas.
Las conflagraciones que se agudizan en el mes de mayo, como parte y resultado final de más de tres meses de fuerte sequía, plenitud del Yaax Kín, especialmente señalado en el calendario agrícola de la tumba y quema al ser tiempo de preparación de la milpa para la futura siembra, evidencian la presencia del volador detonante de diferentes desastres.
Solamente en estas semanas se ha evidenciado de nuevo lo peligroso que resulta el aparato. Un repaso por las páginas de la historia local muestran cómo en otros tiempos del pasado los siniestros en las cabeceras eran de grandes magnitudes y, por eso mismo, el fuego artificial se empezó a prohibir para las prácticas religiosas, especialmente.
La presencia del volador y toda la pirotecnia, como parte de la demostración de las festividades, están presentes desde el Yucatán novohispano. Uso de pólvora para estruendos o luces que surcan el cielo son elementos que pronto se asociaron a las celebraciones populares de índole religioso. En tanto que el volador, llamado también en otras partes del país como cohete, tiene carta de naturalidad desde época muy antigua en la península.
En lengua maya se usa WAK´, que es reventar, y se agrega la palabra K´aas, que es feo; o sea, se dice: Wak´ kas por el efecto del estruendo feo del volador. No sabemos con precisión desde cuando el objeto que sube al cielo y truena tiene presencia, pero consta su existencia usada ya como forma tradicional de festejo o llamarada desde principios del siglo XVIII.
Se ha señalado la preocupación del obispo Juan Gómez de Parada, defensor de los indios de Yucatán en el siglo XVIII, por el uso de la pólvora en las fiestas patronales, dado que propiciaban los incendios en las cabeceras que eran pueblos formados por una iglesia de piedra y decenas de casas o ripios de paja y huano, las cuales con la mínima chispa ardían.
Consta en las constituciones del Sínodo Diocesano de 1722 lo siguiente: “Que dichas cofradías… no se hagan comidas, cenas ni colaciones, corridas de toros, comedias, ni en los pueblos del obispado ni en los barrios de esta ciudad y villas —en que tanto peligro de incendios— se hagan o dispongan con pretexto o motivo de cualquier solemnidad fuegos, cohetes ni tronadores ni en fiestas profanas”. Mientras que, en otro punto destacado del mismo Sínodo, se menciona que las campanas de las iglesias sólo deberían ser tocadas en caso “de necesidad de fuegos, partos, tempestades y dobles…”.
El uso del campanario como alarma fue ampliamente conocido en el pasado, pues cuando comenzaba la quemazón el de las iglesias o el del Palacio era sonado a arrebato, señal que todo el pueblo conocía, por lo que acudía en masa para apagar el fuego y echar agua a las casas cercanas.
Mayo siempre fue un mes de alto riesgo para las comunidades yucatecas de los siglos pasados, dado que la sequía estaba en su punto más alto y como la gran mayoría de las viviendas era ripios de huano estaba expuesta a grandes quemazones. Todo comenzaba con una casita y el viento llevaba las chipas y su fuego a otras cercanas y toda la localidad podía perecer, lo que dejaba en una situación penosa a varias familias.
En un gran número de poblaciones, las fiestas de los santos se realizan en abril y mayo por el estiaje imperante, pues en esa época son más lúcidas, pero el uso de la pólvora ha provocado varios incendios.
Se evidencia que esta dura época de estiaje, en cuyo año hemos rebasado los termómetros, las conflagraciones de casas de paja, tablados y demás edificios de materiales perecederos han empezado por la presencia de un volador.
Desde el tablado o ruedo taurino de Panabá que fue consumido por las llamas en escasos minutos, hasta los incidentes y conatos en tablados de Xocchel, Komchén y otros. Mientras tanto, se evidencia una falta de precaución adecuada en el uso de la pólvora en las comunidades. ¡Ojalá y se logré reflexionar de los cuidados y los usos en estos tiempos de fuerte sequía y de quemazones!
Nota original aquí
Fuente: PorEsto!/José Borges