Inicia juicio contra la fintech Wirecard, el escándalo financiero más grande de Alemania
La empresa, que inició como plataforma de pago para sitios pornográficos y de juegos hasta convertirse en una Fintech, está en bancarrota y acusada de fraude fiscal y malversación de fondos.
El juicio contra el ex presidente ejecutivo de la fintech Wirecard comenzó este jueves en Múnich, dos años y medio después del hundimiento de esta empresa de pagos digitales que sacudió el mundo financiero y político. Todas las miradas apuntaron entonces a Markus Braun, el comandante de este buque insignia del sector digital, cuyo auge se demostró ilusorio al derrumbarse en junio de 2020.
Este austríaco de 53 años, en arresto provisional desde el inicio de la investigación, ha rechazado las acusaciones de malversación y se presenta como una víctima del fraude, aunque nunca se ha expresado en detalle sobre los hechos. Luciendo una chaqueta oscura y un suéter de cuello alto, el jueves habló solo para responder a las preguntas de los jueces sobre su identidad.
Posteriormente escuchó atentamente mientras los fiscales leían la acusación de 90 páginas. Su abogado, Florian Eder dijo a los periodistas que esperaba «una sentencia significativamente reducida» para su cliente dada su cooperación con las autoridades.
El juicio se celebra en una sala de alta seguridad dentro de la prisión de Stadelheim, en la capital bávara, y debe alargarse al menos hasta 2024. Durante los años de ascensión fulgurante de Wirecard, Braun, ingeniero informático de formación, alimentaba el parecido con el ex jefe de Apple, Steve Jobs, usando jerseys de cuello alto oscuros y difundiendo una visión de un futuro digital.
Braun asumió en 2002 la dirección de esa empresa emergente que ganaba dinero con webs pornográficas y de juegos, y la hizo crecer hasta introducirla en el índice Dax de la bolsa alemana en 2018. Entonces, la firma de banca digital valía más que Deutsche Bank y él, con un 7 por ciento de las acciones, era multimillonario.
Sin embargo, la fiscalía de Múnich lo considera un estafador. Para el actual canciller Olaf Scholz, entonces ministro de Finanzas, es responsable de un escándalo «sin precedentes» en la Alemania de posguerra. Braun está acusado de fraude contable, manipulación del mercado, abuso de confianza particularmente grave y estafa en grupo organizado.
Junto a él se sientan el ex jefe de contabilidad, Stephan von Erffa, y el exdirector de una filial en Dubái, Oliver Bellenhaus, que sirvió de «testigo clave» para la acusación.
Fallos en la supervisión
Pero la empresa se derrumbó en bolsa en junio de 2022 después de que sus dirigentes reconocieron que un cuarto de sus activos, una parte equivalente a mil 900 millones de euros no existían. El brazo derecho de Braun y presunto personaje central en este fraude, el austríaco Jan Marsalek, está prófugo desde entonces. La trama adquiere tintes de novela de espionaje con Marsalek, sospechoso de tener cómplices en algunos servicios secretos y de estar vinculado a intereses de Rusia y Líbia.
La investigación reveló que las cuentas de Wirecard entre los años 2015 y 2018 maquillaron la situación de la empresa a fin de hacerla atractiva para los inversores y seguir financiándose durante años, escondiendo sus pérdidas reales. Los accionistas perdieron con la quiebra más de 20 mil millones de euros y los bancos acreedores, unos 2 mil millones de euros.
El escándalo reveló carencias en el supervisor alemán de los mercados financieros (BaFin), colocado bajo tutela del Ministerio de Finanzas, y de la empresa de auditoría contable, la multinacional EY.
«La política debe asegurarse que la supervisión funciona», estima Volker Brühl, profesor del Centro para Estudios Financieros de Fráncfort. Sin embargo, «ha habido fallas», añadió y dijo que nadie estaba dispuesto a «admitir que había defraudadores en Wirecard».
La clase política, incluida la excanciller Angela Merkel que viajó a China acompañada por Braun, recibió duras críticas en una comisión de investigación parlamentaria que, sin embargo, no consiguió constatar la responsabilidad de los gobernantes.
Fuente: Excélsior