jueves, febrero 6

La violencia se ha normalizado en Yucatán, advierte una psicóloga

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Un problema estructural, en el que la sociedad está atravesada por una condición de violencia, pobreza, de falta de servicios educativos, médicos, de alimentación, de precariedad es lo que tiene a la gente en una tensión continua.

La gravedad de la situación puede ser un vehículo para encender las frustraciones acumuladas, que en un momento los pueden llevar a tomar por su propia mano lo que creen que es justicia.

Así lo expresa la doctora en Psicología Social y de la Salud Fátima Flores Palacios, investigadora del Centro Peninsular en Humanidades y Ciencias Sociales (Cephcis) de la UNAM, al hablar sobre el caso del linchamiento y muerte de un joven a mano de los pobladores de Tekit.

La especialista, quien se dedica al estudio de las comunidades, interacciones sociales y el comportamiento colectivo en los espacios situados, señala que la situación ocurrida en Tekit es el reflejo de un problema estructural, no solo aislado a esta población, sino que es global, del estado y el mundo que se vive en la actualidad.

“Tekit es una pequeña muestra de la gravedad de las circunstancias que los jóvenes están viviendo y la violencia que existe en el mundo”, apunta.

También manifiesta que es una muestra de las condiciones que se viven, del consumo de alcohol, de estupefacientes, del hecho de que los jóvenes no tienen otros alicientes que los lleven por otros caminos.

Es un problema que atraviesa la violencia, atravesada a su vez por una condición de pobreza, de falta de servicios en lo educativo, los servicios médicos, la alimentación, pues hay 300 mil personas en pobreza extrema en el estado acorde con los datos del Coneval 2018-2022, puntualiza.

La precariedad en términos económicos, de salud mental y de bienestar para los habitantes de Yucatán genera un estado de tensión continua, y la gravedad de la situación puede ser un vehículo para encender las frustraciones acumuladas que viven cotidianamente, afirma la entrevistada.

Complejidad

Desde el punto de vista psicosocial, apunta que un problema estructural no se puede mirar de una manera aislada, es complejo, y eso hace que las emociones —que son las que confirman a los individuos como seres humanos—, las frustraciones, las ambigüedades, la falta de certeza, de claridad, de bienestar social conlleven a mucha frustración.

“En el estado cuando se genera una violencia extrema, brutal, aparece toda esta frustración, toman por su propia mano lo que ellos creen que es una justicia, hay un contagio emocional, las turbas se contagian entre sí emocionalmente”.

“Las emociones negativas se contagian, y en una circunstancia envuelta de violencia se pierde el sentido de la realidad para integrar psíquicamente a una creencia que es tomar justicia por mano propia”.

“Suele ser muy peligroso cuando se vive en comunidad, porque pueden seguir agrediendo hasta llegar a la muerte, como sucedió en este caso”, indica.

Además, explica que el ser humano está constituido por dos latencias: la latencia de la vida y la energía de la muerte, y se mueven en una colectividad cuando hay frustración, falta de cuidados, o alternativas para la población. De ese modo, cuando una turba violenta se presenta hay un estado de inconsciencia, actúan mediante una energía negativa, pierden la razón y termina con la muerte, algo que es muy riesgoso cuando sucede, pues se puede replicar fácilmente.

Intervención

Cuando esto ocurre, la especialista considera que hay un resquebrajamiento social, y el Estado debe intervenir, desarrollar políticas públicas de atención, de cuidado a la sociedad, pues la falta de alternativas es lo genera todo ello.

En este caso en particular en el que la persona linchada y asesinada tenía un problema de salud mental sale a relucir la falta de atención ante una situación grave anterior, pues no recibió la atención necesaria y los cuidados, no se actuó como se debió hacer.

La doctora dice que existen centros de atención a la salud mental, de control de las adicciones, no hay una educación de prevención, pocos acuden, conocen o saben de esto, o acuden cuando ya hay una situación emergente, de crisis.

Sobre los hechos y el que numerosas personas grabaran el linchamiento y también se expusiera a menores de edad a estos actos, afirma que es gravísimo, ya que se ha llegado a un punto en el que la violencia se ha naturalizado a tal manera que se permite que los niños presencien actos tan violentos como el ocurrido, y que la gente filme un acto tan cruel.

“Se vive una situación de decadencia social, de abandono en el cuidado de los valores, de una ética que debe estar presente en los seres humanos, que somos parte de una comunidad”.

Asimismo, enfatiza que el Estado debe tomar cartas en el asunto, y se debe empezar por el compromiso de que los jóvenes vayan a la escuela, que tengan un espacio adecuado para sus actividades, además de brindar orientación, darles la posibilidad de decidir que no quieren estar en el tema de las drogas.

Para ello se deben generar programas educativos, dar las condiciones sociales para sacarlos del rezago y la pobreza, de la precariedad, que puedan tener igualdad de condiciones y posibilidades para desarrollarse, que puedan concebir otra vida lejos de la violencia, pues es la manera de poder construir una sociedad de bienestar.

Fuentes: Diario de Yucatán.

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