Los rascacielos se vuelven más populares en Europa pese a las críticas ambientales y urbanísticas
Aunque Londres y Madrid se abren a la construcción de los nuevos rascacielos; en París y Berlín los critican por ir contra la estética urbanística y su impacto ambiental.
Las ciudades europeas siguen construyendo rascacielos de oficinas, cada vez más altos y con más espacios exteriores, aunque sus detractores critican su aspecto antiestético o su impacto medioambiental.
El rascacielos Madrid Norte, con 330 metros de altura, será el más alto de Europa occidental. La construcción está prevista para empezar en 2025 en la capital española. El «skyline» del norte de Madrid, que ya cuenta con cinco rascacielos muy reconocibles, es motivo de orgullo.
Todo lo contrario de lo que pasa en París y Berlín, donde los proyectos de rascacielos tienen muchos detractores. En la capital francesa, se inauguraron discretamente en septiembre las torres Duo, diseñadas por el arquitecto Jean Nouvel. La alcaldesa Anne Hidalgo suele enfrentarse a las críticas de sus aliados ecologistas y de la derecha, que consideran que estos proyectos consumen mucha energía y son antiestéticos, una oposición que ha obligado a abandonar o a modificar otros proyectos.
En el barrio de negocios de La Défense, en las afueras de París, donde acaba de inaugurarse la torre Hekla —diseñada también por Jean Nouvel—, se puso en marcha en diciembre un grupo de estudio para reducir la huella de carbono de los rascacielos situados allí. En Berlín, vecinos y políticos critican el proyecto de una torre de oficinas de 140 metros de altura, que albergará la sede alemana del gigante Amazon.
«Si hay debates en Alemania, son más sociológicos y políticos que relacionados con la planificación», afirma Hermann Horster, responsable de ESG (los criterios medioambientales, sociales y de gobernanza) de BNP Real Estate. «El debate irá en la línea de ‘¿seguimos queriendo estas enormes torres fruto de las fantasías de arquitectos masculinos?'», afirma Horster.
Pero los rascacielos siguen multiplicándose en los distritos de negocios europeos.
«Solo hay que ver lo que ocurre en Londres, donde los rascacielos son muy populares, porque están en el centro de Londres, en la City, y porque el nivel de servicios es muy alto», afirma Vincent Bollaert, director en Francia de Knight Frank, una empresa británica especializada en inmuebles comerciales. En muchos casos los edificios tienen restaurantes, instalaciones deportivas y, sobre todo, balcones, terrazas y otros espacios al aire libre, muy demandados.
«Es una auténtica revolución, porque antes el único espacio al aire libre era a los pies del rascacielos. Había 80 fumadores delante todo el tiempo», explica Yannis de Francesco, director de la sucursal de la región de París de la inmobiliaria comercial JLL.
Argumentos ecológicos
A pesar de que consumen mucha energía, los edificios altos también tienen argumentos ecológicos: suelen estar cerca del centro de las ciudades y, por tanto, bien comunicados por transporte público.
En los años 2000, una época marcada por el trauma de los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York, «había verdadero pánico a las grandes torres, así que nos preocupaba más el aumento de la seguridad y no tanto la torre más alta», recuerda Ingrid Nappi, profesora de la Escuela de Puentes y Caminos francesa.
Más recientemente, la pandemia ha aumentado los temores sobre los ascensores. «Todas las crisis cuestionan las torres», afirma Nappi. Los rascacielos también limitan la artificialización del suelo, perjudicial para la ciudad y el clima, y algunos cumplen con criterios de calidad medioambiental.
Algunos rascacielos también quieren ser pioneros en los llamados usos mixtos, como la futura y polémica Torre Triángulo, en el sur de París, que incluye, además de oficinas, un hotel, una guardería y comercios, y está diseñada para ser «reversible», es decir, fácilmente transformable en viviendas.
Fuente: Excélsior