martes, noviembre 19

Lula da Silva visita China para estrechar lazos comerciales y promover paz en Ucrania

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Se espera que los mandatarios de China y Brasil firmen al menos una veintena de acuerdos bilaterales en esta semana.

El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, salió hacia China el martes para reforzar los lazos con su mayor socio comercial y ganar apoyo para su improbable esfuerzo de paz en Ucrania.

Lula quiere que Brasil, China y otras naciones ayuden a mediar en la guerra como parte del regreso de su país al escenario internacional, pero sus propuestas para poner fin al conflicto han enojado a Ucrania y algunos países occidentales. Menos controversial es el interés mutuo de China y Brasil en el comercio tras un periodo accidentado durante el mandato del predecesor de Lula.

Se esperaba que los dos países firmaran al menos 20 acuerdos bilaterales durante la estancia de dos días de Lula, según el gobierno brasileño. El mandatario tenía previsto visitar Shanghái y Beijing y reunirse el viernes con su homólogo, Xi Jinping.

Los mandatarios tenían previsto hablar de comercio, inversión, reindustrialización, transición energética, cambio climático y acuerdos de paz, según el gobierno brasileño.

China es el mayor mercado de exportación de Brasil y compra cada año decenas de miles de millones de dólares en soja, ternera, mineral de hierro, carne de ave, pulpa, caña de azúcar, algodón y petróleo. Brasil es el mayor receptor de inversión china en América Latina, según medios estatales chinos.

El expresidente de Brasil, Jair Bolsonaro, y miembros de su familia provocaron tensiones con las autoridades chinas en varias ocasiones durante su mandato entre 2019 y 2022.

En 2020, cuando Eduardo Bolsonaro, legislador hijo del mandatario, atribuyó la pandemia del COVID-19 al Partido Comunista Chino, que gobierna el país, el embajador chino en Brasil describió sus palabras como “un insulto maligno contra China y el pueblo chino”. Más tarde ese año, Eduardo se refirió a la gigante tecnológica china Huawei como “espionaje chino”, lo que provocó una firme protesta de la embajada china. El año pasado, China no tuvo embajador en Brasil durante ocho meses.

La brecha avivó las críticas en Brasil, incluso en sectores favorables a Bolsonaro como la industria agrícola.

“Quiero que los chinos entiendan que su inversión aquí será maravillosamente bienvenida, pero no para para comprar nuestras empresas. Para construir cosas nuevas, que necesitamos”, explicó Lula a la prensa en Brasilia el 6 de abril.

Varias empresas chinas participan en proyectos de obras públicas en Brasil, como una línea de metro en Sao Paulo, la capital financiera del país. Uno de los acuerdos que Lula firmará en China será para la construcción del sexto satélite construido en un programa binacional, un dispositivo que monitoreará biomas como la selva amazónica.

“Brasil no puede permitirse dar la espalda a los beneficios que trae China. Estados Unidos no tiene la capacidad de absorber las exportaciones brasileñas como hace China, ni ocupa el mismo espacio en inversión e infraestructura”, dijo Pedro Brites, experto en China de la Fundación Getulio Vargas, una universidad y centro de estudios en Sao Paulo.

Además, China insta a sus empresas a buscar nuevos mercados y socios extranjeros para reducir la dependencia de Estados Unidos.

“Lula sabe que hay que tratar bien a los clientes. Más aún cuando es el mejor cliente”, señaló Charles Tang, presidente de la Cámara de Comercio Brasil-China.

En lo que Tang sugirió que podría ser el resultado de una nueva colaboración, China puso fin a las restricciones sobre la ternera brasileña justo antes de que Lula programara su viaje en un principio. Las ventas de ternera brasileña a China se prohibieron en febrero tras el descubrimiento de un inusual caso de enfermedad de las vacas locas.

El viaje de Lula a China, previsto para marzo pero que se canceló por una enfermedad del mandatario brasileño, también es un intento del líder izquierdista de reafirmar la posición de Brasil en el panorama internacional tras el mandato de Bolsonaro, que admiraba a nacionalistas conservadores y mostró poco interés en asuntos internacionales o en viajar al extranjero.

Lula visitó Argentina y Uruguay en enero y Estados Unidos en febrero, una muestra de la importancia que otorga a los asuntos internacionales, según los expertos. Durante su primera presidencia recorrió el mundo, especialmente en su segundo mandato, cuando pasó por docenas de países, y ha estado en China en dos ocasiones previas.

“Lula está cumpliendo la promesa que hizo de que Brasil ha regresado”, dijo Oliver Stuenkel, politólogo de la Fundación Getulio Vargas.

Ucrania reprueba propuesta de paz de Brasil

China y Brasil forman parte del grupo BRICS de países en desarrollo y han presionado para hacer cambios en lo que describen como un sistema dominado por Estados Unidos para gestionar los asuntos políticos globales.

Rusia también es un miembro de los BRICS y una pieza clave de la estrategia de Lula en su propuesta de que Brasil y otros países en desarrollo, como China, negocien la paz.

Lula ha enojado a Ucrania y a algunos en Occidente con su posición sobre la guerra, por ejemplo con su reciente propuesta, durante un encuentro con periodistas en Brasilia la semana pasada, de que Ucrania ceda Crimea para facilitar la paz. Xi se reunió con Putin el mes pasado, un mensaje para los líderes estadounidenses y europeos de que su condena a la invasión rusa no es unánime.

Un asesor de Lula, el exministro de Exteriores Celso Amorim, hizo un discreto viaje a Moscú el mes pasado y se reunió con el presidente Vladímir Putin.

Amorim “fue a escuchar y a decir que ha llegado la hora de hablar”, dijo el 5 de abril el ministro brasileño de Exteriores, Mauro Vieira, a reporteros en la capital, Brasilia.

Al menos hay algo de terreno común. Vieira señaló que la propuesta de paz china presentada en febrero compartía elementos con la de Lula, como el cese de las hostilidades e iniciar negociaciones.

“Estas son completamente plausibles y podrían ser un estímulo para las conversaciones”, señaló.

Fuente: El Financiero

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