Fueron 95 mil ciudadanos quienes tomaron el Zócalo capitalino, a pesar de la oposición de los maestros de la CNTE y dieron su apoyo a la candidata presidencial del PAN-PRI-PRD, Xóchitl Gálvez, y la de Santiago Taboada para la Ciudad de México; llenaron también calles aledañas
El paso de la oposición, pintada de rosa mexicano —rosa INE, según Guadalupe Taddei– hacia el Zócalo de la CDMX no se dejó frenar por el férreo cordón de policías, protegidos por escudos antimotines y macanas. Tampoco sucumbió ante la ferocidad de los maestros de la CNTE que, con actitud hosca, casi de odio, quisieron asustar e incluso amagaron con “echarle lumbre” a una bandera del PAN.
Al puñado de maestros no le quedó más opción que replegarse a sus casitas de campaña y ampararse detrás de unos delgados mecates, ante la irreverente oposición que avanzó ágil, imparable, como un tigre.
Entre maestros y opositores hubo intercambio de empujones, manotazos, camisas hechas jirones, palazos, jalones de greñas, lentes aplastados en el piso y mentadas de madre a discreción, cuando los opositores lograron, por fin, romper el cerco magisterial en la esquina de 20 de Noviembre hacia el Zócalo.
Los policías, que fueron como una especie de resguardo, refuerzo en el campamento de los maestros -que por mucho fueron superados en número por los opositores, y también en ferocidad-, por arte de magia, se esfumaron.
Al grito de “¡El Zócalo es de todos!”, la oposición —compuesta por cientos de miles de ciudadanos que plantaron cara a la 4T y su meta de seguir al frente del país, coreando “¡fuera Morena, fuera Morena!”— se adueñó de la Plaza de la Constitución.
Ahí, la Marea Rosa se calzó la máscara de la oposición electoral: la de Xóchitl Gálvez —“¡presidenta!”—, la de Santiago Taboada y la del PAN, del PRI y del PRD, que amparan el registro de la hidalguense y también la del aspirante a jefe de gobierno de la capital del país.
Los primeros minutos del inicio de la cuarta concentración de la marea rosa en 18 meses —la primera, el 13 de noviembre de 2022; la segunda el 26 de febrero de 2023, y la tercera el 18 de febrero de 2024—, que siempre fue opositora, negarlo sería ingenuo, fueron intensos.
NI EN EL 68 PASÓ ESTO
Para empezar, como no se tiene registro en la era moderna —hay quien dice que no pasó ni en el movimiento estudiantil de 1968—, la policía de la Ciudad de México impidió el paso libre al Zócalo. “Hasta las 7:30 u 8:00 de la mañana”, repetían los policías en las calles de 16 de Septiembre, 5 de Mayo, Madero, 20 de Noviembre y Pino Suárez. Así trataron de inhibir a los ciudadanos para llegar al Zócalo.
Alma Galindo, de 84 años, acompañada de uno de sus seis hijos y algunos amigos, fue de las primeras en llegar a las inmediaciones del Zócalo, antes de las siete de la mañana. Los policías no dejaban pasar a esta mujer de Madera, Chihuahua, ni porque tenía una reservación para el restaurante de la terraza del Gran Hotel de México.
Tuvieron que llamar al bell-boy (ahí todavía existen estos personajes, casi disfrazados) para franquear el paso de la señora Alma y sus familiares, desde donde pudo observar con toda nitidez la extensión reservada para los maestros de la CNTE, lo que tenía asignada la Marea Rosa y cómo se fue poblando lo que es considerado como el corazón político del país, sobre todo, después de la debacle magisterial.
Poco a poco empezó a entrar la gente a la plancha del Zócalo vestida de rosa, pero también de azul, amarillo y rojo, los colores del PAN, PRI y PRD. Agitaban banderines de esos partidos, como no sucedió en ninguna de las otras tres concentraciones de la marea rosa.
Con la llegada de los opositores empezaron a volar unos globos sui géneris. Recordaban a quien los miraba que la elección es el 2 de junio. Uno de esos era una especie de zepelín; había otros esféricos y otro con una caricatura de un bebé en pañales con una corona en la cabeza con la frase “cash”, que podía tener parecido con el Presidente.
MAESTROS VS. EL EJÉRCITO
Ya con opositores buscando un lugar para escuchar a Xóchil Gálvez, un destacamento militar salió de Palacio Nacional para izar, ahora sí, la Bandera Nacional. Su camino fue protegido por una especie de pasillo, entre dos hileras de vallas, que dividía a maestros y opositores.
La ceremonia no tuvo incidente alguno. El lábaro patrio llegó al final del asta y tirios y troyanos se respetaron. Al finalizar el izamiento, los maestros, de un lado de las vallas, empezaron a gritarle a los militares “¡asesinos…asesinos!”, los jalonearon e incluso uno de los soldados perdió su boina verde, que recuperó de manos de un joven vestido de rosa.
Los opositores salieron en defensa de los militares y los primeros jaloneos entre maestros y opositores se registraron. “No caigan en provocaciones”, decía uno de los maestros, tratando de atemperar los ánimos magisteriales. Fue en ese hecho que las banderas del PAN cayeron a los pies de los maestros y donde una mujer pidió “échenle lumbre”.
Los opositores al oficialismo intentaron romper el cerco de vallas metálicas con las que los maestros delimitaron que prácticamente 75% del Zócalo era su campamento. No se conformaron con una zona, se desplegaron como lacandones en Palenque.
A las 8:58 de la mañana hubo zipizapes en distintos puntos de las vallas metálicas, para que los opositores, argumentando “todos somos mexicanos”, ocuparan la plaza “expropiada” por los maestros —que se dicen inconformes con el gobierno federal—, pero que en realidad actuaron ayer como dóciles gatitos al servicio gubernamental. “Seguro mañana se van”, dijo alguien que conoce el modus operandi de la CNTE.
“¡SÍ SE PUDO, SÍ SE PUDO”
Los maestros lograron contener a los impetuosos opositores, que no cejaron en su afán. Hasta que lo consiguieron. Al filo de las 9:15 de la mañana, en la esquina de la calle de 20 de Noviembre, se armó la grande.
Una mujer, la misma que había pedido prender fuego a una banderola del PAN, dio la voz de alerta de que los opositores estaban tratando de quitar las vallas. Como velocistas olímpicos, los maestros, unos jóvenes, otros robustos, otros con el rostro cubierto, llegaron a 20 de Noviembre. La refriega fue intermitente, ruidosa.
“¡Sí se pudo… sí se pudo!”, gritaban, victoriosos, burlones, los primeros opositores que lograron romper el cerco del territorio que los maestros se adjudicaron. Los opositores empezaron a ocupar la reciente remozada plaza del Zócalo. Y entonces ya no pudieron parar a la marea rosa y su entrada al Zócalo.
Uno de los maestros agraviados por la oposición quebró con furia en una de sus piernas un bastón de madera; acarició la punta, por si era necesario dejarla inserta en algún lugar.
La concentración que tuvo ritmo y sazón de cierre de campaña proselitista de la candidatura presidencial de Xóchitl Gálvez y la de Santiago Taboada, como jefe de gobierno de la Ciudad de México —aunque aún faltan 9 días aún para que caiga el telón del bla-bla-bla de las promesas electorales—, fue el escenario soñado por Gálvez para hacer un llamado a la defensa de la República, a la unidad nacional.
“Cuando los mexicanos del futuro nos miren a los ojos podremos sostener nuestra mirada y les diremos con orgullo: sí, los mexicanos de 2024 respondimos al llamado de la República para defenderla”.
NO NOS DEJAMOS VENCER
“Sí, los mexicanos de 2024 derrotamos al autoritarismo y protegimos nuestra democracia. Sí, los mexicanos de 2024 no nos dejamos vencer por el odio y nos dimos otra oportunidad para seguir siendo un solo país y un solo pueblo, unido y sin divisiones bajo el mismo cielo, bajo la misma bandera. La bandera, como México es de todos. La bandera es de todos los mexicanos”, dijo desde el templete la candidata del PAN-PRI-PRD, mientras tronaban los furiosos gritos de “¡Presidenta, Presidenta!”.
La negativa policiaca de dejar pasar a la gente al Zócalo y los cuellos de botella que crearon los maestros de la CNTE, antes de sucumbir ante los opositores de sus opositores, hizo que el acto político no comenzara como se había programado. A las 11 de la mañana las calles para entrar al Zócalo parecían romerías de Semana Santa en Roma.
La gente no se guardó nada. Armó carteles de todo tipo de leyendas: “Xóchitl, sálvanos de la cuarta deformación”, se leía en las manos de una señora mayor. “No somos acarreados”, escribió un señor en una cartulina blanca. “Máynez, por amor a México, únete a Xóchitl”, cargaban dos jóvenes en la calle 16 de septiembre.
Y mientras los simpatizantes de Xóchitl Gálvez seguía retacando el Zócalo, ella seguía con su discurso. Dijo que ella, antes que partido, tiene patria, por lo que siempre interpondrá por encima de todo el interés de los mexicanos para defender la República.
“Estamos aquí los ciudadanos de la sociedad civil codo a codo con los simpatizantes del PRI, del PAN y del PRD, estamos aquí defendiendo principios que nos unen por encima de cualquier división, de partido o ideología. Hoy, nos haría bien recordar la frase del general Negrete cuando se unió al general Zaragoza para luchar por México en la gloriosa Batalla de Puebla: antes que partido tengo patria. Antes que partido, tengo patria.
“TENEMOS REPÚBLICA”
“Y hoy les digo: mexicanos, antes que partido tenemos República. Antes que partido, tenemos democracia y antes que partido, tenemos México”.
La posición de la senadora con licencia hizo que las palmas tronaran. Repitió que la coalición que encabeza busca defender valores como la vida, la verdad y la libertad de México.
Como para darle una lavadita de cara a la partidocracia, Gálvez dijo que los ciudadanos tocaron la puerta y el PAN, el PRI y el PRD la abrieron con generosidad y altura de miras. “Así, apoyada por una coalición amplia estoy dando la batalla para defender tres valores fundamentales: vida, verdad y libertad”.
Entre aquella masa ciudadana, no faltó algún despistado, como dos priistas de Iztapalapa, Antonio y Óscar, que se pusieron sendas playeras color guinda. Se equivocaron de mitin, le dijo alguien. Antonio se tomó la playera y dijo es rojo. Pero más parecía un sirvo de la nación.
Xóchitl Gálvez, que ocupó la inyección de adrenalina y emoción que fue ver desde lo alto del hotel Majestic, en el restaurante La Terraza, como preparación al debate que tuvo ayer en Tlatelolco, con Claudia Sheinbaum y Jorge Álvarez Máynez dijo que los mexicanos han enfrentado en este gobierno un poder prepotente y soberbio, y urgió tener clara la decisión de si quieren que continúe la opresión o se pase a la libertad.
NO SóLO ES LA PRESIDENCIA
“Todos ustedes también han enfrentado también el insulto, la calumnia y la mentira de un poder prepotente y soberbio. Ustedes han resistido todos los ataques con fuerza y con corazón, porque son valientes y saben lo que está en juego.
“Ustedes saben que en estas elecciones no sólo nos jugamos la Presidencia, no sólo nos jugamos el Congreso, nos jugamos nueve gubernaturas, nos jugamos si los siguientes años serán de opresión o de libertad, pero aquí les digo: libertad, libertad, libertad, libertad, libertad, libertad”, dijo mientras tronaba un grito en un solo coro “¡narcopresidente… narcopresidente!”.
La capacidad de movilización —a dieta de tamal, atole, torta, chesco; sin raite en la micro y pase de lista—, de la Marea Rosa quedará como un récord opositor, al margen de una figura, de un líder, llenó a tal grado el Zócalo de la Ciudad de México, que muchos opositores buscaron refugio del sol abrazador en el borde las murallas de Palacio Nacional.
Esa larga muralla de planchas de acero, que sin duda sí protege a Palacio Nacional y sus ocupantes de potenciales pirómanos, también se convirtió en un muro del reproche.
En un extremo se lee “L-12”; “+10 mil muertos”; “+100 mil desaparecidos”; “gobierno feminicida”. Dentro de un corazón rosa, que se repitió más de dos veces, las leyendas: “1968”, “1971”; “Atenco”, “Acteal”, “Ayotzinapa”; “aviones de la muerte”; “devaluación”; “Colosio”, “DFS”. En otra, leyenda decía “palacio nacional tragedia”.
Por otra parte, tras informar que seis docentes resultaron lesionados en medio del conato de violencia registrados con los asistentes a la Marea Rosa, la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), desmintió que el gobierno federal les haya solicitado mantener el plantón en el Zócalo capitalino.
Con información de Laura Toribio
Fuente: Excélsior