Inicio TitularesSigue la deforestación de manglares en la costa yucateca

Sigue la deforestación de manglares en la costa yucateca

Las alertas ambientales en la costa de Yucatán se encienden cada vez con mayor intensidad, ya que en los últimos meses se han documentado múltiples casos de tala ilegal de mangle, un ecosistema clave para la protección del litoral, justo cuando se pronostican ciclones más intensos debido al calentamiento global.

por Luis Carmona
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Solo en lo que va del año, organizaciones civiles y medios locales han denunciado la destrucción de extensas áreas de manglar en sitios como Sisal y Dzilam de Bravo. En conjunto, se han afectado más de 35 mil metros cuadrados de vegetación costera, algunos dentro de zonas consideradas como reservas naturales.

Las imágenes difundidas en redes sociales y medios revelan árboles talados con motosierras, camiones cargando madera y predios desmontados, a pesar de que el manglar es una especie protegida por la ley.

Esta situación que solo es un capricho ecológico, ya que la desaparición de los manglares representa una amenaza directa para la población. Estos ecosistemas actúan como una barrera viva frente a fenómenos meteorológicos extremos.

De acuerdo con investigadores del Cinvestav-Mérida, una franja de apenas 100 metros de manglar puede reducir la altura de las olas hasta en dos tercios durante una tormenta, además de contener sedimentos, prevenir la erosión costera y disminuir la fuerza del viento.

El huracán “Milton”, que impactó la costa yucateca en octubre pasado con vientos de más de 300 kilómetros por hora, mostró que en zonas donde los manglares se habían conservado o restaurado, como Yucalpetén y Progreso, el daño fue significativamente menor en comparación con áreas donde esta vegetación fue eliminada en años recientes.

Especialistas coinciden en que los manglares no solo reducen el impacto físico de los huracanes, sino también el costo humano y económico de la recuperación.

Lagunas en Yucatán
La doctora Daniela Aldana Aranda, científica e investigadora del Cinvestav y presidenta regional de la Academia Mexicana de Ciencias, dijo que el estado posee una extensa red de lagunas costeras, conocidas como ciénagas, que recorren gran parte del litoral, donde se suele encontrar extensas zonas de manglar, que cada vez se reducen más y más.

Éstas han sido fragmentadas por obras como carreteras que impiden el flujo natural del agua, lo que afecta seriamente a todo el ecosistema.

La pérdida no se limita a la vegetación, señala la especialista, pues también se comprometen servicios vitales como la protección contra fenómenos meteorológicos, la recarga del acuífero y la reproducción de especies pesqueras.

“Cada vez que se rellena una laguna para construir, se elimina el hábitat natural. Los ejemplos son muchos y visibles para todos los yucatecos”, señaló la doctora.

Las lagunas costeras y los manglares de Yucatán enfrentan una amenaza creciente, explicó la investigadora del Cinvestav.

Amenazas de los manglares
El desarrollo urbano desordenado, las construcciones mal planeadas y la falta de aplicación efectiva de la normatividad ambiental están poniendo en riesgo estos ecosistemas clave, añadió.

La importancia de los manglares para la región no es menor. La Península de Yucatán alberga el 60 por ciento de todos los manglares de México, lo que la convierte en una de las zonas más críticas para la conservación de este tipo de ecosistemas a nivel nacional.

Sin embargo, según datos recientes de la Semarnat, en Yucatán ya se ha perdido cerca del 30 por ciento de la cobertura original. Esto equivale a unas 25 mil hectáreas degradadas o alteradas, principalmente por desarrollos turísticos, ganadería extensiva y expansión urbana sin control.

Los manglares son fundamentales para sostener la economía local. Funcionan como criaderos naturales de peces y crustáceos, muchas de ellas especies de interés comercial como el robalo, la mojarra y el camarón.

Su pérdida se traduce en menos pesca, menor ingreso para las comunidades costeras y una afectación directa al equilibrio de las lagunas costeras, que comienzan a registrar episodios más frecuentes de marea roja y baja calidad del agua.

Actualmente, diversos investigadores utilizan herramientas tecnológicas para estudiar y documentar esta pérdida. Métodos como la teledetección, el uso de drones e imágenes satelitales permiten medir la disminución en la cobertura vegetal, evaluar el estado de salud del manglar y calcular su capacidad de captación de dióxido de carbono (CO2).

Medidas
La ciencia no basta si no hay decisiones firmes, expuso la investigadora. “Si no se toman medidas para proteger estos ecosistemas, no solo perderemos flora y fauna, también se verá afectada la economía local basada en el turismo, la pesca y otros servicios”, advirtió.

La doctora Aldana Aranda fue clara: “Hace falta voluntad política, aplicación de la ley y, sobre todo, una sociedad civil informada y participativa. Gobernantes, empresarios y ciudadanía deben estar alineados si queremos conservar nuestros ecosistemas”.

Frente a este panorama preocupante, también existen esfuerzos destacables que apuntan a la restauración. En Chelem y Progreso, el colectivo Las Chelemeras, mientras la tala ilegal y los desarrollos turísticos avanzan sobre la costa norte de Yucatán, este grupo de mujeres mayas ha decidido enfrentar la devastación con trabajo comunitario y resistencia silenciosa.

Desde hace 15 años luchan por restaurar y proteger los manglares de Chelem y Progreso, zonas clave para la defensa del litoral ante huracanes cada vez más intensos.

“Nosotras somos un grupo formado solo por mujeres. Tenemos integrantes desde los 30 hasta más de 80 años. Venimos trabajando desde hace 15 años en la conservación y restauración de sitios degradados”, compartió Keila Vázquez, una de sus integrantes más activas, quien ha visto cómo la paciencia y la constancia pueden devolverle vida a los humedales costeros.

Además, dijo que restaurar un manglar no es tarea de un día: “Por ejemplo, en la parte de la pista de canotaje tenemos aproximadamente nueve o diez años trabajando y apenas llevamos restaurado entre 50 y 60 por ciento de 120 hectáreas. Son muchos años de esfuerzo”.

Sin embargo, su mayor frustración es que la tala ilegal y la invasión de zonas protegidas no se detienen. “En la curva de Yucalpetén, donde iniciamos hace 15 años, ahora por detrás de los nuevos condominios vuelven a devastar. Hacemos denuncias a la comisaría, pero luego quedan en el olvido. Van, miran, medio clausuran, pero al rato siguen talando”, lamentó.

El colectivo ha enfrentado la indiferencia institucional con organización y educación. No solo reforestan: Las Chelemeras impulsan voluntariados con jóvenes y talleres para sensibilizar a la comunidad sobre la importancia de los ecosistemas.

“Muchos llegan sin saber qué es un manglar y se van diciendo: ahora lo valoro más. Ya hemos hecho ocho voluntariados y hay chicos que regresan. Ahí les cambia el chip, parte del trabajo es apoyado por el Cinvestav”, indicó Keila con orgullo.

Para ella, cuidar los manglares no es solo proteger la pesca o detener la erosión: también es mitigar el cambio climático.

“Capturan demasiado carbono. No es solo es un beneficio para quienes vivimos aquí, sino para todos. Por eso creemos que debería haber más educación ambiental, que sea requisito en las escuelas, para que la gente sepa lo bueno y lo malo”, dijo.

En estos años, las integrantes más veteranas de Las Chelemeras han visto cómo los paisajes frondosos de su infancia se transformaron en lotes para casas y calles invadidas de cemento. “Ellas nos cuentan que antes eran lugares muy frondosos. Hoy nos toca dejar un esfuerzo para recuperar algo. Tenemos un letrero que dice: ‘Quizá no podamos cambiar el mundo, pero sí la parte que nos corresponde’. Y es verdad”, afirmó Keila.

En un litoral que cada temporada de huracanes se vuelve más vulnerable, el mensaje de estas mujeres debe ser lección, la costa se defiende desde sus raíces, y sus raíces están en el manglar.

Fuentes: Diario de Yucatán.

Nota original aquí.

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