Por Luis Carmona.
De acuerdo con el Censo de Población y Vivienda 2020, el 74.3 por ciento de los yucatecos se declaró católico, una proporción menor a la registrada en 2010. Aun con esta caída, la entidad se mantiene por encima del promedio nacional y conserva una base cultural y social profundamente vinculada con el catolicismo.
Las razones de este cambio obedecen a varios factores. Por un lado, la expansión de iglesias evangélicas y pentecostales en la región ha ofrecido experiencias religiosas más personalizadas y con un estilo de culto dinámico, lo que ha atraído a personas que antes se identificaban como católicas. Al mismo tiempo, los jóvenes han desarrollado biografías más flexibles, donde la religión ocupa un lugar menos central que en generaciones pasadas. La secularización, el acceso a la educación y a nuevas tecnologías han propiciado que muchas familias vivan la fe de manera más cultural que práctica. A ello se suma el desgaste institucional de la Iglesia católica, marcado por escándalos pasados y por la percepción de una distancia con las preocupaciones cotidianas de la sociedad.
A nivel nacional e internacional, diversas encuestas muestran que pertenecer a una religión ya no es una prioridad para todos. Aunque la mayoría de los mexicanos aún considera importante la fe, en particular las generaciones más jóvenes tienden a darle menos peso que antes, combinando creencias con prácticas religiosas esporádicas. En este sentido, la pertenencia a una iglesia parece ser más opcional y flexible que obligatoria, lo que explica por qué muchos han decidido abandonar la práctica católica o buscar otras formas de espiritualidad.
En el caso de Yucatán, la Iglesia ha intentado responder con la actualización de los materiales de catequesis, encuentros masivos de catequistas y actividades comunitarias que buscan revitalizar la transmisión de la fe entre los niños y adolescentes. Estas iniciativas muestran un esfuerzo pastoral por mantener la vigencia de la religión en un entorno cada vez más plural y secularizado.
De cara a 2030, los especialistas advierten que la tendencia a la baja probablemente se mantendrá, especialmente entre las nuevas generaciones, salvo que la Iglesia logre encontrar formas más efectivas de diálogo con los jóvenes y con la vida cotidiana de las familias. La secularización y la competencia de otras denominaciones apuntan a que la pérdida de fieles podría acentuarse en los próximos censos. Sin embargo, el peso cultural del catolicismo en la península de Yucatán sigue siendo fuerte y, aunque su práctica se transforme, la religión continuará teniendo una presencia mayoritaria, aunque más simbólica y menos homogénea que en el pasado.